Seguimos con la segunda parte de mi estancia en Berlín.
En nuestro tercer día allí, viernes, nos pillamos un bus y un tren y un metro para aparecer en el campo de concentración de Sachsenhausen. Sí, lo he escrito bien. No sé que coño tienen los alemanes que montan unas megapalabras y así están los carteles allí. Cualquiera empieza y acaba la palabra. Por ejemplo, las calles son Strausse por lo que la Calle Felipe Sexto sería Felipesextostrausse así todo junto y bien clarito. De verdad es que son enrevesados de más.
Pues el campo de concentración es aterrador. Está muy bien hecho para lo que hacían allí. Vamos, que todo bien controlado desde todos los sitios, cuando ahorcaban a uno bien en el centro del campo para que todos alrededor le miraran (y quien no, pues pum en la cabeza), las barracas y celdas en forma de T porque así te pones en la intersección y ves lo de la izquierda, lo de la derecha y lo del medio. Mira que acojona mucho. Vas viendo las barracas y dan pavor, vas viendo la enfermería y acojona con los productos que usaban, ves la cocina y asusta, ves los pijamas a rayas que usaban con sus distintivos y atemorizan, ves la morgue o el lugar donde estaba la cámara de gas y ya te entra un malestar que no te puedes explicar.
Aun así estaban ellas. Ellas eran cinco tías maquilladas hasta arriba (está claro que si vas a un campo de concentración donde murieron más de 50.000 personas, pues oye, mejor ponerte hasta arriba de pote a ver si vas a poder pillar en la morgue y no estás preparada. Pues ellas oye, prometo que es real "tía, sácanos una foto aquí" y se sientan dos tías en una de las mesas donde comían los inocentes en aquella época y fotaca al canto, venga, claro que sí, que se nos vea tía, aquí donde comían los judíos delgaditos y jodidos, a ver si la enmarcamos y la colgamos de mi coño, que es el único lugar tan sumamente lleno de mierda donde puede estar. Pero ahí no acaba todo. El guía nos lleva al lugar donde había una pared de madera donde fusilaban a los que, según los nazis, se portaban mal. Contándo el hombre que al frente teníamos esa pared y a la derecha llevaban los cuerpos a otra especie de morgue a la espera de que cogieran un camión y metieran los cuerpos, pues se escucha a una de ellas que suelta "buf, dame el bocata, que me está entrando un hambre" y se pone a comer allí delante, con todas las migas... noxento mira, pero noxento.
Por la tarde McDonalds, un pedazo enorme de Muro de Berlín todavía en pie, mercadillo de Navidad y a casa. Mis pies ya no dan para más. Próximo día, otro homenaje al muro en otra parte y al avión. El finde me lo pasé rascándomela en casa y es maravilloso ese tiempo para mí, rascándomela o lo que sea.
Conste que Berlín tiene muchísimas historias dentro de ella. Después del 1945, el ochenta por ciento estaba destruido y parece que durante los próximos 20 años estará en obras para que acabe siendo una ciudad moderna. Actualmente es una de las más pobres de Alemania. Encima, hacen homenajes, dejan iglesias destruidas, cachos de muro... todo para que, según el guía de ese día, el del otro día y los habitantes de allí, que recuerden y paseen avergonzados los berlineses viendo lo que han hecho y haciendo ver que no se vuelva a repetir este tema.
En nuestro tercer día allí, viernes, nos pillamos un bus y un tren y un metro para aparecer en el campo de concentración de Sachsenhausen. Sí, lo he escrito bien. No sé que coño tienen los alemanes que montan unas megapalabras y así están los carteles allí. Cualquiera empieza y acaba la palabra. Por ejemplo, las calles son Strausse por lo que la Calle Felipe Sexto sería Felipesextostrausse así todo junto y bien clarito. De verdad es que son enrevesados de más.
Pues el campo de concentración es aterrador. Está muy bien hecho para lo que hacían allí. Vamos, que todo bien controlado desde todos los sitios, cuando ahorcaban a uno bien en el centro del campo para que todos alrededor le miraran (y quien no, pues pum en la cabeza), las barracas y celdas en forma de T porque así te pones en la intersección y ves lo de la izquierda, lo de la derecha y lo del medio. Mira que acojona mucho. Vas viendo las barracas y dan pavor, vas viendo la enfermería y acojona con los productos que usaban, ves la cocina y asusta, ves los pijamas a rayas que usaban con sus distintivos y atemorizan, ves la morgue o el lugar donde estaba la cámara de gas y ya te entra un malestar que no te puedes explicar.
Aun así estaban ellas. Ellas eran cinco tías maquilladas hasta arriba (está claro que si vas a un campo de concentración donde murieron más de 50.000 personas, pues oye, mejor ponerte hasta arriba de pote a ver si vas a poder pillar en la morgue y no estás preparada. Pues ellas oye, prometo que es real "tía, sácanos una foto aquí" y se sientan dos tías en una de las mesas donde comían los inocentes en aquella época y fotaca al canto, venga, claro que sí, que se nos vea tía, aquí donde comían los judíos delgaditos y jodidos, a ver si la enmarcamos y la colgamos de mi coño, que es el único lugar tan sumamente lleno de mierda donde puede estar. Pero ahí no acaba todo. El guía nos lleva al lugar donde había una pared de madera donde fusilaban a los que, según los nazis, se portaban mal. Contándo el hombre que al frente teníamos esa pared y a la derecha llevaban los cuerpos a otra especie de morgue a la espera de que cogieran un camión y metieran los cuerpos, pues se escucha a una de ellas que suelta "buf, dame el bocata, que me está entrando un hambre" y se pone a comer allí delante, con todas las migas... noxento mira, pero noxento.
Por la tarde McDonalds, un pedazo enorme de Muro de Berlín todavía en pie, mercadillo de Navidad y a casa. Mis pies ya no dan para más. Próximo día, otro homenaje al muro en otra parte y al avión. El finde me lo pasé rascándomela en casa y es maravilloso ese tiempo para mí, rascándomela o lo que sea.
Conste que Berlín tiene muchísimas historias dentro de ella. Después del 1945, el ochenta por ciento estaba destruido y parece que durante los próximos 20 años estará en obras para que acabe siendo una ciudad moderna. Actualmente es una de las más pobres de Alemania. Encima, hacen homenajes, dejan iglesias destruidas, cachos de muro... todo para que, según el guía de ese día, el del otro día y los habitantes de allí, que recuerden y paseen avergonzados los berlineses viendo lo que han hecho y haciendo ver que no se vuelva a repetir este tema.
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