miércoles, 17 de agosto de 2011

MIERDA

Antes de seguir escribiendo recomendar esta lectura, pero siempre que no hayas comido antes o si eres sumamente escrupuloso, ya que odiarás este  blog y no te volverás a meter aquí, y eso no lo quiero yo ehh, así que si no quieres saber nada de MIERDA pues ponte a leer lo del Poligonero Amoroso o a buscar el artículo del Marca donde, como portada, ponía este "gran panfleto" que Cesc estaba fichado por el Real Madrid...


Bueno, la historia asquerosa. Ayer me vine para mi lugar de trabajo y el viaje era de una hora. La cosa es que antes de marchar me tomé un helado y el día antes había tomado varias latas de Kas Limón por la noche, cuatro días seguidos saliendo y tomando Kas Limón de ese pues imaginate las ganas de hacer pis que entran. Entonces me paro en una cosa parecida a un área de descanso en una playa después de meterme por un lugar desaconsejable y estrecho, pero válido para hacer un pis, paro el coche y me bajo. Voy hacia un lugar guardado y comienzo a realizar mi pis, ese pis placentero de "buff, menos mal que paré que iba conduciendo y no aguantaba más", acabo y vuelvo al coche. Me meto dentro, voy a arrancarlo y comienza a llegar a mi un olor raro, un olor no reconocido por mí, algo que me entraba por la nariz y se quedaba sin ningún tipo de solución, sin nada que lo impida, ni siquiera el Ambipur Car de eucalipto que llevo en el coche, nada. Algo horrendo y venía de debajo del volante donde tenía puestos mis pies.


Bajé del coche, levanté la suela derecha y allí estaba... una mezcla de mierda y arena nauseabunda, algo marroncito claro rebozado como una croqueta por la arena, todo incrustado en la suela de mi Puma, un Puma que había perdido todo su glamour, un Puma amarillo que se había devaluado por momentos, un Puma que no valía ni para vender por Ebay por ese olor que tapaba el desastre de Fukushima como desastre ecológico. Froté a mi Puma contra el suelo como si no hubiera mañana pero ya era tarde. El olor se había quedado impregnado en mi fosa nasal y eso, por mucho que frotara era imposible de eliminar, aunque sí de minimizar. Me metí en el coche y ya no olía, por lo menos al principio. 


Arranqué y comencé a caminar cuando ese olor que se vio vigorizado gracias al calor de los dos metros cuadrados que tengo por coche, provocando que me viniera la primera arcada. El problema ya no residía en la suela de mi zapato, sino que estaba en la alfombrilla, donde ya había parte de esa croqueta que tenía en el pie, tanto del rebozado como del contenido. Tuve que abrir las ventanillas, las dos, y aún así me llegaba el olor. Pasados diez minutos más tuve que tomar aire fuertemente provocando una segunda e inevitable arcada. No veía el momento de llegar a casa para respirar. Me pasé el Ambipur Car por debajo de la nariz, abrí las cuatro ventanillas a pesar de la pequeña lluvia y las camisas que llevaba colgadas en la parte trasera del coche, intentaba mantener la suela de mi zapato pegada a la alfombrilla para que se quedara el olor en la parte baja del coche, pero todas mis pequeñas soluciones se quedaban en simples fracasos.


Así pasé el viaje hasta la llegada. Una tercera arcada me vino casi antes de meterme en el garaje, con miedo a que me produjese el vómito y entonces la mezcla sería lo más asqueroso visto por el hombre después de la película Hostel y Hostel 2 (no recomendables para escrupulosos), pero aguanté, tiré de épica y no vomité, aunque ya había sentido parte de la bilis y del intestino delgado llegando a mi garganta.


Aparqué, bajé del coche y comencé a adorar la vida de nuevo, quería vivir más tiempo, quería ser feliz otra vez, sonreir, ver como había una vida post mierda en mi playero, en mi Puma amarillo. Llegué a casa, metí todo en la lavadora, eché una pastilla de detergente, suavizante y pensé en comprar raticida, fungicida y cualquier tipo de palabra con el sufijo -cida (incluso en el viaje pensé contratar a un homicida para que acabara con mi vida de forma instantánea y así dejar de lado ese sufrimiento)... de la lavadora todo salió bien y al fin, ese pedazo de ñordo asqueroso que una persona que no estaba sana por dentro, que no podía vivir, que deseaba arrojar todo su mal fuera, que incluso de lo grande que era lo que echó lo bautizó al verlo, desapareció de la faz de la tierra temiendo, por otro lado, que tenga que comprarme una nueva lavadora... no sé si el tubo de lavado pudo aguantar tanta putrefacción.

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